Postpandemia / Worlds of Exile


De Postpandemia a Worlds of Exile




Postpandemia


Men spared their lives in great disasters often feel in their deliverance the workings of fate.

Cormack McCarthy. The Crossing.

El momento postpandemia (Covid 19) fue acompañado por una mirada un poco más siniestra y apocalíptica sobre el presente. A partir de aquel entonces ya se estaba gestando un cambio idiosincrático que se veía reflejado en los movimientos de derecha y la vuelta a la política bipolar de la Guerra Fría. La pandemia fue una suerte de aceleración en esas disociaciones, un catalizador. Al mismo tiempo, se publicó el reporte del IPCC que predecía un calentamiento global inminente producto de la actividad humana.

No hay realmente una disociación entre el ser humano y el medioambiente, son parte de una misma cosa. El ser humano parece ser una especie de evento-cataclismo dentro del ecosistema terrestre. No necesariamente una aberración, sino un desbalance, un factor de cambio, de destrucción y muerte. El producto de la industria moderna y el consumo no es solo la catástrofe ambiental, la muerte de muchas especies -ya hablamos de la nuestra- sino la conclusión de que nuestra especie no es para nada lo inteligente que creía ser. Que es más bien caótica.

En mis pinturas postpandemia imaginaba una sociedad sin rumbo aparente en un mundo que se degenera. Un mundo indiferente al caos y lo absurdo de nuestra sociedad que al mismo tiempo se proyecta en cima evolutiva.

Lo más difícil de aceptar es una posible extinción de la raza humana acechando detrás del horizonte. La idea de una vida eterna, sea prolongando la vida terrenal o la ilusión de una vida etérea tiene que ver con nuestra relación con la muerte. La muerte es algo difícil de ver a los ojos, nadie puede detenerse a pensar en la muerte sin cierta melancolía de fondo o terror. Lo que generalmente pasa es que transferimos este miedo a cosas que creemos poder controlar. Por eso olvidamos rápidamente la pandemia y el cambio climático ya que lo que está de fondo en estos eventos es la extinción la vida como la conocemos y algo inimaginable.

Concebir un mundo basado en la dominación de unos sobre otros nos parecería nefasto porque creemos en la igualdad entre los seres humanos, los pueblos. Sin embargo, es así cómo se organiza el mundo.


Paisajes


Pintar el paisaje es conectar con algo esencial de la pintura y de lo humano. Lo que un paisaje cuenta es cómo un pintor concibe su entorno, el ecosistema del que es parte; habla de perspectivas, de puntos de vista. Cómo vemos el paisaje es como vemos la naturaleza, de qué manera elegimos representarla. Es una pintura sobre el entorno, el ambiente en el que el artista se siente parte, una reflexión sobre el afuera (desde el deseo, el adentro).

Un paisaje representa más bien una idea que una realidad objetivable. Pero quizás esto tiene más que ver con la pintura -después de todo, un género de pintura no puede separarse de ella-.

Los temas que una figura evoca me interesa. La figura de lo que está en la intemperie, lo externo al ser humano; cómo uno recibe y puede interpretar esa señal de lo que nos rodea, la señal de lo real. El territorio de nuestra existencia.

Desde una pintura de glaciares hasta una pintura satelital, el género del paisaje a mí me lleva a todo lo que es el afuera, me conecta con el origen de mi existencia, con todo lo enigmático e indescifrable de lo que es el contexto de nuestra experiencia vital. En conclusión, este mundo nos dio la forma que tenemos -y el territorio del que uno viene nos forma-, y pintar esto me permite reflexionar en lo que me identifica.

El paisaje no representa lo que realmente está afuera, en frente nuestro, o en nuestra imaginación. Lo que representa es de qué manera podemos reconstruirlo. Imaginamos sus engranajes internos, las ideas que hace falta atravesar para reconstruirlo como pintura que depende de entender cómo se hacen las que cosas más que cómo son. ¿Cómo construyo un paisaje? Primero, pienso de qué está hecho: arbustos, tierra, recuerdos, sensaciones, un horizonte, objetos, animales, etc.

Lo imprescindible es encontrar un hilo conductor que nos haga atravesarlo de manera espontánea, como la manera en que se presenta un sueño. Cuando pinto un paisaje pienso en el lugar al que pertenezco. Me pregunto de donde soy, si estoy hecho de materia de recuerdos, si soy sensible a lo natural que me sostiene; de qué manera estoy experimentando mi territorio, y qué reconozco en él.

En este sentido, una imagen satelital de la tierra, por ejemplo, habla de una manera muy general del espacio porque no hay nada humano en él. Quizás lo único humano es el punto de vista. Son paisajes despojados de la escala humana, colmados de enagenación. No hay nada de bello en un paisaje desde la órbita terrestre que se compare a un paisaje cuyo punto de vista es ordinario, donde hay un horizonte, un cielo. Un paisaje que da indicio de nuestro entorno en la vida aquí en la Tierra es más representativo de lo natural porque podemos conectar con él y a su vez nos conecta con nuestro entorno. La imagen satelital es un punto de vista que podría ser humano pero lo que uno ve es un planeta, no la tierra que conocemos. En ello hay cierta belleza incuestionable, pero de una índole quizás exótica para un terrestre.  

El ser humano pareciera concebirse como algo separado del resto de las cosas que habitan este planeta. En este sentido un paisaje satelital representa esta objetivación del entorno natural. Ningún animal reconocería esta imagen de la tierra. Es el punto de vista de un dios, la ilusión de control. Es una imagen solitaria, despojada de vida como la conocemos y en este sentido advierte ominosamente algo.

Pero el poder del paisaje va más allá, hace falta aceptar su incomprensión para entender la dimensión de éste. Los paisajes son la escala humana, son aspiracionales, espirituales, son ejercicios intelectuales acerca de cómo la naturaleza debe pintarse (o puede pintarse). En este sentido son una manifestación del territorio, que está siendo tremendamente mediado pero que representa de una manera u otra la complejidad infinita del mismo.

¿Qué hace a estas representaciones creíbles reconstrucciones del medio ambiente? ¿Cuál es el punto de vista frente al lugar que habitamos (y que nos habita, a su vez)? ¿Qué condiciones son las necesarias para que estos puntos de vista sean consideradas representaciones de nuestro lugar de origen y pertenencia?

Quiero hacer énfasis en esta última cuestión. El paisaje es relevante porque conecta con los orígenes, con lo ancestral, lo divino en el sentido que se trata de un orden superior a nuestra experiencia de vida. Una cosa que hace falta que sea representada para asirla. Como la ciencia, la tecnología, pero también lo poético, lo metafórico y espiritual, la pintura.